La importancia del Evangelio
Desde que escuché el evangelio (1987) por primera vez y en varias ocasiones, he podido comprender que el evangelio es fundamental en la vida cristiana porque representa la buena noticia de lo que Dios ha hecho a través de Jesucristo para salvar a la humanidad del pecado y abrirle el camino a través de Jesucristo hacia una relación restaurada con Dios. Su importancia radica en que no solo impacta a nivel personal, transformando el corazón y la vida del creyente, sino que constituye la base y el mensaje central de la fe cristiana para nuestra sociedad.
Charles Spurgeon una vez dijo: «Si escuchas el evangelio, nunca podrás ser indiferente a este; debes ser ya sea su amigo o su enemigo, su discípulo o su opositor».
Estas palabras de Spurgeon son una verdad. No podemos ser indiferentes hacia la verdad que nos ha sido proclamada y no reaccionar a ella. Ya que, desde una perspectiva bíblica, el rechazo deliberado del Evangelio continúa poniendo a la persona bajo la «ira de Dios» —de un Dios que no puede soportar el pecado porque lo detesta con pasión— y perdiendo así el acceso continuo a la gracia de Dios por tus caprichos —aun cuando Dios es soberano, tú no eres exento de tu responsabilidad— y arriesgando una separación eterna de Él. Es decir, de una condenación más sufriente que jamás un ser humano ha visto de saber que Dios no está en el infierno con él para consolarlo de su tormento.
¿Por qué el Evangelio tiene un sentido central en su proclamación?
El Evangelio es la declaración de que Jesucristo murió y resucitó para ofrecer reconciliación y vida eterna a todo aquel que cree. Si Jesús no hubiera resucitado, el fundamento del cristianismo se hubiera derrumbado.
No es solo una enseñanza moral o una historia más, sino la noticia más importante para el ser humano, porque responde a su mayor necesidad: el pecado y la separación de Dios.
Transformación de vida
Comprender y recibir el Evangelio por gracia inmerecida produce un cambio genuino en la vida; lleva al arrepentimiento, a una fe viva y a una nueva manera de vivir diseñada con la voluntad y los propósitos de Dios.
La transformación no depende del esfuerzo humano, sino de la obra de Dios en la persona que responde con fe. Lo que significa es que es el Padre quien nos adopta como sus hijos y herederos. Es el Hijo quien ha pagado enteramente por todos nuestros pecados (pasados, presentes y futuros) con el derramamiento de su sangre en la cruz, haciéndonos justos ante Dios. Y es el Espíritu Santo quien nos hace partícipes de lo que en Cristo poseemos, renovándonos y capacitándonos al mismo tiempo para el servicio del Señor. Lo que implica el mensaje del evangelio es una salvación trinitaria.
Poder y proclamación
El Evangelio es «poder de Dios para salvación a todo aquel que cree», como enseña el apóstol Pablo (Romanos 1:16), y es el fundamento para la transformación y esperanza en la vida del creyente.
Se debe proclamar a todos, porque no solo salva, sino que inspira a vivir una vida que glorifica a Dios y bendice a otros, como se expresa en el principal mandamiento registrado en Mateo 22:34-40.
Aplicación
Llevar el Evangelio a la vida cotidiana implica ser discípulos y vivir las enseñanzas que apunten al señorío de Cristo.
En resumen
El Evangelio es la noticia más relevante y poderosa, porque contiene la solución de Dios para la condición humana y la llave para una vida nueva y eterna. Dr. R. C. Sproul lo expresó así: «El evangelio bíblico son las buenas noticias de que Dios nos ha provisto salvación de la ira que ha de venir. Por Su vida y muerte, Jesús rescata creyentes penitentes del juicio de Dios. En última instancia, por tanto, la salvación de la que habla el evangelio es salvación de Dios». —R. C. Sproul