Aún el procedimiento es del Señor

He aprendido que la evangelización tiene un solo objetivo y es presentar las buenas nuevas de salvación a los pecadores que andan muertos en su naturaleza pecaminosa. Efesios 2 expresa que la muerte de Cristo en la cruz nos ha otorgado vida cuando andábamos muertos en nuestros delitos y pecados, en los cuales anduvimos en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.

De acuerdo con el texto, éramos hijos desobedientes, que andábamos desordenadamente, sin importar de la presencia de Dios. En esa época de nuestra vida era un informe de la miserable condición en la que estábamos sumergidos en nuestra naturaleza. David, al confesar la oración de su pecado en el Salmo 51, expresó en el versículo 5 lo siguiente: «Yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre». David estaba consciente de su condición.

Sin embargo, Efesios 2 nos habla sobre la transformación espiritual que ocurre en Cristo. Es ahí donde se menciona a aquellos que estaban muertos en sus pecados que han recibido vida a través de la gracia de Dios, quien, por su gran amor, los ha salvado y resucitado junto a Cristo. Se enfatiza que la salvación es un don de Dios y no el resultado de obras humanas. Además, se aborda la reconciliación entre los gentiles y los judíos, destacando que en Cristo se ha derribado la pared de la separación y se ha establecido la paz entre ellos como resultado de la obra de Cristo en la cruz.

Los creyentes ahora son conciudadanos de los santos y parte de la familia de Dios, que han sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles, siendo Cristo la piedra angular sobre el fundamento que fue edificado por los apóstoles.

El Catecismo Mayor de Westminster, en su pregunta y respuesta 70, se nos dice que la justificación es un acto libre de la gracia de Dios hacia los pecadores. En la pregunta y respuesta 72, afirma que la fe que justifica es una gracia salvadora, obrada en el corazón del pecador por el Espíritu Santo… En la pregunta 74, afirma que la adopción es un acto de la libre gracia de Dios…, mediante la cual, todos los que son justificados son recibidos en el número de sus hijos y llevan el nombre de Dios en ellos, y se les ha dado el Espíritu de su Hijo, estando ellos bajo su cuidado y gobierno paternos. Y en la pregunta 76, se confirma que el arrepentimiento para vida es una gracia salvadora, obrada en el corazón del pecador mediante la administración del Espíritu Santo y la Palabra de Dios…

¿Puede el pecador arrepentirse y recibir los beneficios de la salvación por sí mismo? La respuesta es NO. Al contrario, el arrepentimiento para vida, la fe y los breves beneficios que he mencionado no proceden de nosotros, sino que la gracia de Dios nos la ha otorgado inmerecidamente para su gloria.

Y el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad, y volviendo en sí, escapen del lazo del diablo, habiendo estado cautivos de él para hacer su voluntad. Dios, por su gracia inmerecida, nos concede el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de su verdad y así llegar a estar persuadido de tu condición y tomar la responsabilidad y confesar, lo que (Romanos 10: 9-10) dice:

«…que si confiesa con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación».

Para finalizar, Dios nos concede el arrepentimiento, por cuanto estamos muertos e inhabilitados para arrepentirnos. Luego de que su gracia nos vivifica, ejercemos la responsabilidad para confesar nuestros pecados y a Cristo como el Señor.

«El pecado y el infierno están casados a menos que el arrepentimiento declare el divorcio». —Charles Spurgeon

Para más información, comuníquese y con gusto conversaremos sobre la causa de Cristo, nuestra redención y su gloria.

Ismael Hilario, Jr.

Constancia. Disciplina. Crecimiento.

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