Las Sagradas Escrituras
La Palabra como revelación especial* e inspirada de Dios para su pueblo.
Si queremos conocer a Dios y su carácter, debemos acudir a las Escrituras como la única fuente fidedigna de Dios y necesaria para obtener un conocimiento adecuado de Él. Por lo tanto, no debemos traer nuestras presuposiciones en el comienzo de nuestra investigación, ya que, coincido con el Dr. Donald Carson, al expresar: «Tenemos mucho mayor deseo de dominar la Palabra que de ser dominados por ella».
El testimonio más significativo de las Escrituras a su propia inspiración e infalibilidad es el testimonio de Cristo, el Hijo de Dios. Cristo, la segunda persona de la Trinidad, consideró las Escrituras del Antiguo Testamento en su totalidad como palabra de Dios, y como resultado, Cristo aseguró que el mismo Espíritu Santo que utilizó a los escritores del Antiguo Testamento estando ellos bajo la superintendencia del Espíritu también iba a utilizar a los escritores del Nuevo Testamento. Podríamos afirmar también que la Biblia es el Verbo hecho carne (Juan 1:1-5):
«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella».
«Dios habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y en muchas maneras a los padres por los profetas, en estos días últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo. Él es el resplandor de Su gloria y la expresión exacta de Su naturaleza...» (Hebreos 1:1-4).
«… Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, a fin de que Él tenga en todo la primacía» (Colosenses 1:18).
Otro testimonio a favor de la integridad completa de las Escrituras es el testigo de Dios, el Espíritu Santo, en el corazón del creyente. Pregunta, ¿cómo pueden algunos leer las declaraciones de las Escrituras de ser la Palabra de Dios y estudiar la evidencia para tales declaraciones, solo para rechazar la Biblia como la Palabra de Dios? Del mismo modo, otros leen y creen con una convicción inmutable de que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios.
La diferencia no se encuentra en la evidencia (Juan 20:30-31; Lucas 16:31)). Más bien, consiste en que a algunos no se les ha dado el Espíritu Santo para permitirles ver la verdad de las afirmaciones de la Biblia. Son espiritualmente ciegos e imposibilitados bajos sus propias presuposiciones manchadas y no pueden ver la verdad. Están muertos en lo espiritual y no pueden oír la voz de Dios que habla en cada línea de las páginas de las Escrituras.
Como he articulado previamente, las Escrituras tienen su origen en Cristo, el Verbo hecho carne y escrita para dar un conocimiento apropiado de Dios y de la historia de la redención. Esto no implica que todos los seres pecaminosos tendrán un conocimiento para la salvación; más bien, implica que no tendrán excusas delante de Dios conforme a la revelación natural* (Romanos 1:20).
Como sugiere el Dr. Bavinck sobre las Sagradas Escrituras:
El testimonio que da la Escritura de sí misma sobre el origen divino de su mensaje está indisolublemente unido a Aquel que vino al mundo para dar a conocer al Padre y para cumplir su obra. Jesucristo es el logo que da a conocer al Padre (Juan 1:1, 18; 17:6), aquel en quien habita toda la plenitud de Dios (Colosenses 1:19; 2:9), el testigo fiel y verdadero (Apocalipsis 1:5; 3:14; cf. Isaías 55:4), el Amén en quien todas las promesas de Dios son «sí» y son «amén» (Apocalipsis 3: 14; 2 Corintios 1:20). Fue enviado por Dios (Juan 8:42), y da testimonio solo de lo que ha visto y oído (Juan 3:32); habla las palabras de Dios (Juan 3:34; 17:8), y solo da testimonio de la verdad (Juan 5:32 y ss., 16:37); su testimonio es verdadero (Juan 8:14; 14:6), confirmado por el testimonio del propio Dios (Juan 5:32 y ss., 8:18).
—Herman Bavinck, Dogmática Reformada, pp. 150-151
Las Escrituras no tienen solamente la firma de Dios (así dijo el Señor) como su firma decretada; además de esto, tienen la evidencia dentro de sí, para confirmar y aseverar que es la Palabra de Dios. Por esta razón, debemos ponerla en altaestima sobre toda comunicación y darle toda reverencia que merece.
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La revelación especial nos llega hoy a través de la Escritura, pues esta es la manifestación escrita de Dios sobre quién es y lo que ha realizado en Cristo para nuestra salvación
La revelación natural. Es una categoría de la revelación de Dios al hombre. Involucra el orden natural (Ro 1:19–20) y la conciencia moral (Ro 2:14–15). Se habla de ella en el Salmo 19:1–6 y en Romanos 1–2. Es distinta de la revelación especial, que es la revelación específica de Dios en la Biblia y supremamente en la persona de Jesús de Nazaret.